1/4/08

Por la mañana en el 927



Un buen amigo mío me estuvo dando una cátedra del signo y su historia a lo largo de la historia (ja)


Ahi va algo que vale la pena:


Pedro Abelardo (1079-1142)


Filósofo y teólogo francés. Talento privilegiado, fue alumno y bien pronto adversario de Guillermo de Champeaux y de Anselmo de Laon. No siendo clérigo, reunía a numerosos discípulos (en Melun, Corbeil, París). Se enamoró y tuvo un hijo de Eloísa, cuyo tío, el canónigo Fulberto, contrató sicarios para que castrasen a Abelardo. Éste y Eloísa se retiraron a sendos monasterios, pero sus discípulos pidieron a Abelardo que volviera a su magisterio público (Historia de desventuras, 1136, y Cartas de Abelardo y Eloísa son testimonios de esos patéticos sucesos). Su Introducción a la teología fue condenada a las llamas en el Concilio de Soissons (1121) y san Bernardo consiguió una nueva condena de frases de sus libros en el Concilio de Sens (1140). Lógico eximio, intentó conciliar realismo y nominalismo; a la vez, reunió argumentos contrapuestos en su Sic et non (1121) y reclamó que la fe fuese limitada por «principios racionales», que expuso en su Dialéctica (1121), por lo que algunos lo consideran padre de la escolástica. Por su espíritu crítico racional y por el papel que su Ética otorga al factor subjetivo, Abelardo rebasa ampliamente la filosofía de su tiempo. (Le Pallet, 1079-priorato de Saint-Marcel, 1142).


En la discusión sobre los universales adopté una posición intermedia, afirmando que la realidad de lo universal se manifiesta en la individualidad de cada ser ( universalia in rebus) y que las formas -ideas- de las cosas existen de antemano en el espíritu divino como conceptos, pero que estos conceptos divinos solamente pueden ser conocidos por el hombre en las cosas y mediante el ejercicio de su propia razón.


Sus aportes más importantes fueron de carácter dialéctico. Sostiene que, en materia religiosa, los puntos de vista o argumentos puramente autoritarios deben sustituir por argumentos racionales, toda vez que la razón nos fue dada para el bien, por lo cual no debemos desconfiar de ella. Ser cristiano, afirma Abelardo, equivale a ser lógico.


Este gran pensador interpretó muchos dogmas y afirmaciones bíblicas en sentido meramente simbólico. Así, la ascensión de Cristo significa para un intelectual la elevación de las almas al plano de lo extraterreno. Afirmó, además, que en el mundo intelectual no caben los conceptos puramente materiales de un cielo o de un infierno.


También se ocupó Abelardo de la ética. En este terreno, su principal afirmación es la de que el hombre solo peca cuando obra contra su conciencia. La ley natural es anterior a toda revelación, es decir, la norma moral antecede a creencia religiosa. Y el amor es la virtud que nos salva y redime. De aquí que en su Diálogo entre un filósofo, un judío y un cristiano, no llegue a ninguna conclusión sobre "la mejor" de las religiones; en cambio, los interlocutores terminan poniéndose de acuerdo partiendo de la ley moral, que nos obliga al amor hacia toda la humanidad.

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