30/5/11

Todavía quedan tiros en la escopeta

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Movimiento



Si tú eres la yegua de ámbar
yo soy el camino de sangre
Si tú eres la primera nevada
yo soy el que enciende el brasero del alba
Si tú eres la torre de la noche
yo soy el clavo ardiendo en tu frente
Si tú eres la marea matutina
yo soy el grito del primer pájaro
Si tú eres la cesta de naranjas
yo soy el cuchillo de sol
Si tú eres el altar de piedra
yo soy la mano sacrílega
Si tú eres la tierra acostada
yo soy la caña verde
Si tú eres el salto del viento
yo soy el fuego enterrado
Si tú eres la boca del agua
yo soy la boca del musgo
Si tú eres el bosque de las nubes
yo soy el hacha que las parte
Si tú eres la ciudad profanada
yo soy la lluvia de consagración
Si tú eres la montaña amarilla
yo soy los brazos rojos del liquen
Si tú eres el sol que se levanta
yo soy el camino de la sangre.

Octavio Paz.

19/5/11

Las palabras como átomos

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Favor de colocar ahi dentro,
en donde habitan
la poesía y el drama.




15/5/11

Los astronautas no son esas estrellas que mueren en el cielo.

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El Fugitivo..

Sí, yo voy huyendo,
en mi corazón la noche se disfraza de corazón,
en mis cabellos el viento se disfraza de cabellos,
mi rostro está tan oscuro que los astros han volado mis márgenes.

En las esquinas están los avisos, se promete mi captura,
se promete mi iniquidad, le dan un apodo a mi degüello, lo hacen risible;
y yo trato de escaparme de esa forma de morir,
de ese cincel con que quieren modelar mis facciones.

Y no puedo responder porque mentiría, porque pediría perdón de rodillas,
y mis lágrimas volverían a ser falsas y se dejarían visitar por la luna,
por el romanticismo de un jardín y una muchacha esperándome.

Una palabra, una historia arremansada en sus aguas como un barco que va a ser carenado,
una historia de amor desgarrada y zurcida después convenientemente;
no, mil veces no, maldito sea yo y todos los que me rodean.
Los que me aplauden mienten, los que me niegan mienten;
soy el falso profeta que nadie esperaba,
soy mi hermoso recuerdo, soy mi falso recuerdo, soy el tigre de la oveja
y la oveja del tigre en un antro de espejos.

Por eso he huido, pero huir puede ser una forma literaria, un regodeo ante mis perseguidores,
y el antifaz azul de la noche está sobre mis ojos como mi propia carne;
por eso no dicto el amanecer, por eso no gozo el producto de una supuesta gracia,
ni estoy enrolado a ninguna adivinación.
En mi palabra no almuerzan la advertencia ni el resguardo, la súplica o la dádiva,
con mi palabra no alimento tampoco a los muertos,
a los que llevan una antorcha apagada en lugar de sonrisa,
una mueca nocturna en lugar de lágrimas,
una cabeza degollada —la propia— como feroz alimento.

Huir en las sombras, repetir la equitación del alma;
un alto disfrute para el amor, alcobas como viejas danzas de imitación y dudoso deslumbre,
mujeres encantadas por un brillo y por una estirpe que memora en los cuerpos la rosa de mar de la juventud.

Yo iba huyendo de otros como se huye de uno mismo,
de la propia palabra condenada al corazón de su propia impureza,
a la armadura de su propia memoria.

Dadle mis huesos a vuestros perros y ustedes también terminarán inoculados,
porque la rabia es un alimento pernicioso,
una mordida así en el alma equivale a un descrédito de los ojos con que el amor os ha regalado.

Implacable ley aquella que ha sido plantada en el árbol de la medianoche;
cenicientas y príncipes retornan a sus casas cubiertas por el polvo de las falsas adivinaciones,
y la inocencia se disuelve en un puñado de arena que levantan las pisadas de las cabalgaduras diligentes y ridículas de los funcionarios de la Razón y la Ciencia.

Debo advertirles, sin embargo, que no puedo odiarlos como quería;
comí entre ustedes, compartí vuestro pan y vuestro vino, compartí vuestras mujeres,
y en la sobremesa también yo dije bromas amables, supe portarme como hábil cortesano,
hice mías vuestras fórmulas de progreso, amé a vuestras hijas en secreto —
la soledad de mi cuarto puede narrar esto mejor…

Ahora huyo, perro mojado con el pelambre gris pegado a la carne,
huyo sin saber de quién ni por dónde,
y esos edictos en las esquinas no hablan de mí sino de aquel que fui,
piden la cabeza que ya no me pertenece ni tengo,
piden la palabra que ya me abandonó y abandoné.

En suma, hablan de otro, y mi huída no tiene otra causa
que evitar el encuentro con ese otro
y ver cuando lo traigan a la Plaza de las Ejecuciones,
maniatado, rodeado de soldados,
bajo el sol radiante de la rechifla, la recriminación,
la burla y los sobrenombres groseros,
en esa futura mañana de la que ahora trato de escaparme.

José Carlos Becerra.




10/5/11

La tetera que te regalé, se llena de cochambre en la estufa que ya nadie enciende.

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Los panteones,
no son lugares muertos
en donde el tiempo se congela,
los panteones,
son esa enorme pradera de tristezas
por donde caminamos los despatriados.

En medio de las cruces,
nosotros,
los huérfanos,
llevamos flores
a una tumba
que poco conserva
de la infancia que fuimos.

Y si nos encontramos de frente,
agachamos la mirada
para no llorar.

-que nadie note que estamos solos-.


Adolecer lo que los demás celebran,
suspirar entre crisantemos y rosas
-sobre todo rosas-
odiar una canción;
querer dormir
y despertar
una mañana
sentados frente a la mesa,
uniforme limpio,
mochila azul,
y nuestra madre...


no estas piedras,
no la perpetuidad,
no el epitafio.

Existe un lado oculto
que nadie debe conocer,
la orfandad no trae instructivo,
y el funcionamiento interno es complicado.

9/5/11

"El otro año vengo aquí"

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No me gusta visitarte.
No.

Tú, no eres esa tumba,
ni esa virgen,
ni esos azulejos.

Tú, eres mi madre,
la mujer que enfermó de nostalgia
y murió de tristeza.

Y te quiero.


Hoy es 10.

(Si te pienso, mientras camino ¿me escuchas, Major Tom?)

6/5/11

Con nosotros será suficiente.

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"Los que tienen dolor de vientre gimen, pero no hablan de su enfermedad.
No hay una enfermedad. Es el cuerpo que se come a sí mismo."
La especie humana. Robert Antelme.

1/5/11

El abono no compone la tierra en donde tu cadáver agoniza.

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Lo mejor de la casa era el limón,
las ventanas, el pasto, ese maguey
el perico y los pájaros.


Lo mejor de la casa era el olor a pino,
las macetas,
el sonido de la escoba al barrer.


Lo mejor de la casa eran las vecinas,
los saludos, uno tras otro en una calle
que te vio crecer.


La colonia en que naciste,
te acompaño hasta hace once meses.


Lo mejor de la casa, eras tú.


Ahora el patio es un enorme cementerio
y cada flor
llora tu ausencia
y se marchita.






(Hoy, hace once)

 

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