7/2/11

"El canario ya murió..."




*****

(...)

En la sala, las siamesas.

Dos cabezas.
Un cuerpo.
Llevan un vestido rosa con holanes. Calcetas blancas, zapatos negros.

Las siamesas tienen 30 años.


1: Cuando niñas, mamá nos contaba la historia de la cabra que nació con dos cabezas, era una cabra bonita, decía, era una cabra grande, inteligente. Tan inteligente que tuvo dos cabezas porque su cerebro no le cabía en un sólo cráneo.

2: Necesitaba dos, y Dios le hizo caso. Esta cabra, decía, era la envidia del pueblo; todo mundo quería verla y formaban filas y filas enormes. La cabra, inteligente como pocas, mostraba su dentadura: así. Y comía un pasto verde y jugoso. La gente pagaba por ello. Y la querían.


1: Pero un día, la cabra enfermó de anhelo. Mamá no supo explicarnos cómo pasó, pero pasó. Quería salir a pastar a los campos, correr, balar. Y no podía. Encerrada en su cerebro, una inteligencia partida en dos. Pegadas las cabezas, torpes las patas. Inmóvil.

2: Dejó de comer y de mostrar sus dientes: así. La sacrificaron. Una cabra sonriente es adorable; una cabra ambiciosa, es un estorbo.

1: Por supuesto mamá nunca contó esa parte de la historia, para ella terminaba así: y era tanto su anhelo que el dueño la dejó en libertad. La cabra tardó muchos días en aprender a correr porque no es fácil correr con dos cabezas pegadas a un sólo cuerpo.

2: Nada fácil.

1: Una cabeza quería ir hacia el pasto del norte, la otra-menos ambiciosa-quería ir al pasto del patio trasero. Hicieron un acuerdo y terminaron en el pastizal de la vecina.

2: A diez metros de distancia.

1: Y la vecina cuidó a la cabra hasta que su enfermedad se curó. Cuando se cansó de la libertad, pasó sus días feliz, entre los pueblerinos que cada navidad le llevaban regalos, cual Niño Dios.

2: Con dos cabezas y un pesebre.

1: Mamá murió un martes. No llovía, no hacía sol. Era un día más bien gris. Yo fui la primera en notarlo.

2: Siempre dice que fue la primera en notarlo. La primera en nacer, la primera en besar a alguien, la primera en dejar el biberón.

Silencio.
La cabeza 1 mira desafiante a la cabeza 2, que apenada, se agacha.

1: Lo noté no sólo porque ya no respiraba. Mamá a veces dejaba de respirar, lo hacía cuando “se cansaba de todo, hasta de vivir” pero al minuto regresaba, con más ganas que nunca, un poco tonta también. Pero ese martes, mamá tenía la mirada hacia dentro. Los muertos jalan sus ojos al fondo, como si se los succionara una bomba. Las mejillas desaparecen, los pómulos se afilan, la boca se entreabre, así. Y el olor aparece.

2: Mamá apestaba, yo me quería ir, pero ella no paraba de llorar y de vomitar.

1: Uno no debería ver a los suyos sin vida. Las historias deberían de acabar con pueblerinos llevando regalos “y vivieron felices por siempre. Entre pesebres” Enterramos a mamá en el patio.
1: Pensamos mucho, porque tenemos un cerebro tan grande que no cabe en una cabeza. Pensamos en mamá.

2: En que se pudre.

1: En la manera en la que nos abrazaba en las noches y colocaba un beso en cada frente. En que nadie le lleva flores, o le cuenta la telenovela de las once.

2: También pensamos en la cabra. En su pesebre. En el fin del mundo.

Silencio.


La cabeza 1 mira desafiante a la cabeza 2, que apenada, se agacha.

1: El resto de los días, en los que "Él" no se corta las uñas, no pensamos en nada. No tenemos tiempo.

2: No pensar en nada, hace que nos de migraña.

Silencio.


La cabeza 1 mira desafiante a la cabeza 2, que apenada, se agacha.

2: Me de migraña.

1: De unos meses para acá, algo sucede.

2: Estamos enfermas de anhelo.

1: O del estómago. No tenemos hambre y lo poco que comemos lo vomitamos. “Él” dice que pasará, que tomemos la medicina, pero a “Él” no le creemos nada. Nunca.

2: El anhelo no se quita con pepto bismol.

1: Queremos salir. Nada aparatoso, ni grandes viajes, ni conocer el mar. No, queremos salir para ir a la tienda de cosméticos que está enfrente.

2: Es nueva.

1: La vemos todas las mañanas por entre las cortinas de la ventana. Las paredes están pintadas de rosa con una franja blanca. Al frente cuelga un letrerito de madera con la leyenda: “La belleza aunque interna, también se pinta”.

2: Y nosotros somos bellas.

(...)

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